I - El desconcierto.
Enorme confusión se produjo aquella mañana en el Centro de Investigaciones Espaciales cuando la totalidad de las computadoras de dicho centro quedaron en blanco, mejor dicho con extraños y cambiantes tonos de coloración azul-verdosa. Más desconcierto aún, cuando dicho fenómeno desapareció sin dejar rastros al cabo de unos minutos. De inmediato, todos los técnicos del Centro se abocaron a solucionar lo que parecía ser el efecto de algún virus informático. Sin embargo, pese a aplicarse los mejores programas antivirus de que disponía el Centro, no se detectó ninguna infección y -por otro lado- los servicios de inteligencia del Centro tampoco tenían noticia de algún virus en las redes informáticas, que pudiese haber sido introducido como sabotaje.
Una semana después casi todos habían olvidado el hecho y continuaban con sus investigaciones de rutina, si bien los especialistas se dedicaron con pasión a elucubrar sobre el fenómeno y a elaborar las más diversas teorías: cambios ambientales que estarían produciendo efectos en las transmisiones por microonda, un defecto de fabricación en esa remesa de equipos (todos adquiridos al mismo tiempo y a la misma empresa), las existencia de un virus "temporal" que se instalase en la red y desapareciese por sus propios medios, etc. Nadie -sin embargo- fue capaz de imaginar la causa real de ese fenómeno: no hubiera podido hacerlo!
Un mes después -mejor dicho un mes lunar después- las pantallas volvieron a concertarse durante algunos minutos, en una nueva sinfonía de colores. En ese lapso -descartada cualquier medida tendiente a revertir el fenómeno, pues se la consideraba inútil- los especialistas reiniciaron con fervor su polémica acerca de las causa del mismo, implicando al resto del personal en la discusión. Cada teórico encontraba en las circunstancias que rodearon el hecho, algún elemento que estimaba como fundamento suficiente de sus argumentos: uno afirmaba que ese día se había producido una variación térmica similar a la ocurrida en la anterior ocasión, otro que ese día se habían recargado los equipos de la misma manera que en aquel entonces, etc. La polémica duró poco más de lo que duró el fenómeno y quizás hubiese sido olvidada si no hubiese acontecido otro hecho más extraño aún.
Es de tener en cuenta que, pese a lo insólito del suceso y a sus consecuencias momentáneas, el fenómeno no provocó ningún perjuicio a los programas de las computadoras ni a las bases de datos existentes: en las dos circunstancias, todo volvió a la normalidad como si nada hubiese ocurrido. Al día siguiente de la segunda interrupción, cuando todo parecía volver a sus carriles normales, un investigador -al entrar a su cuarto de trabajo- encontró el equipo que había dejado pocas horas antes procesando información, completamente en blanco, mejor dicho casi en blanco, porque en la pantalla parpadeaba un escueto mensaje: TIPEE: N:\CTHULHU. La primera reacción de Martín -tal era su nombre- fué dirigirse rápidamente al salón principal en donde trabajaban gran parte de los investigadores y técnicos y gritar con voz agitada y agresiva: "¿Quien es el estúpido que hizo una broma en mi equipo?" Todos lo miraron sorprendidos y de inmediato quisieron saber de que se trataba. Cuando Martín les explicó lo ocurrido, algunos se dirigieron a su cuarto de trabajo para comprobar el hecho, pero muchos consideraron que era sólo una broma y que no era para preocuparse (por otra parte Martín no era muy bien visto por muchos de sus compañeros). Los que fueron a comprobar la broma se encontraron conque la pantalla estaba trabajando normalmente y resolvieron no dar más atención al asunto.
Martín no estaba conforme: sabía que la broma había existido, dado que miró la pantalla durante algunos segundos y por otra parte, el zumbido de la computadora cuando estaba procesando información era, para él, inconfundible y no podía asimilarse en absoluto con ese singular silencio que percibió mientras la pantalla parpadeaba el mensaje. De cualquier manera cabía una explicación racional: la broma podía haber sido programada con tiempo de finalización, de manera de afectarlo sólo a él, pero ¿quien podía hacer una broma así, sabiendo que su investigación era de importancia para todo el Centro y no algo que sólo satisficiese su ego de científico espacial?
Durante algunos días Martín se mantuvo reservado, hablando poco con sus compañeros, concentrándose solamente en su trabajo. Una semana después, Arturo, otro investigador del Centro -que era de los que mejor relación mantenía con él- se encontró con Martín en el baño y le dijo por lo bajo: "Yo vi el mensaje en tu equipo". Este se sorprendió ante esa declaración, no sólo por su contenido sino también por las circunstancias en que Arturo la hizo y el extraño tono de sus palabras, que denotaban un cierto temor.
-¿Por qué no lo dijiste en ese momento? Todos hubiesen comprendido que no era una invención mía, un mero ex-abrupto de mi parte.
-Preferí callar para que el asunto no tomase trascendencia -respondió Arturo con el mismo tono de voz.
-¿Por qué? -insistió Martín- Se hubiese sabido que era una broma de mal gusto y punto; todo quedaba allí, salvo que el autor de la misma habría visto que ello no estaba bien.
-No era una broma. Lamentablemente debo decirte que eso no era una broma y que el autor (o autores) no es de este Centro.
-¿Quien es? Si tú lo sabes tienes que decirlo; es importante para el Centro; eso significa que alguien extraño puede acceder a nuestro equipos, interferirlos, desprogramarlos... que se yo!
-Esta noche te contaré todo lo que sé sobre esto; no es muy largo, pero prefiero hacerlo en otro lado, más tranquilamente. Sólo quería que supieses que el mensaje existió realmente, que no fué imaginación tuya... y que -lamentablemente- no es una broma de mal gusto.
II - La extraña hipótesis de Arturo.
II - La extraña hipótesis de Arturo.
Esa noche llegó Arturo al departamento de Martín -ubicado en un penthouse frente a la costa- y mientras éste preparaba un café, comenzó a explicar los motivos de su preocupación.
-¿Conoces algo sobre los mitos de Cthulhu?
-Sí, creo haber oído algo, pero no lo tengo muy presente; ¿de que se trataba?
-De algo quizás vinculado a nuestras investigaciones: la posibilidad de que nuestro planeta vuelva a ser ocupado por sus habitantes primigenios...
-¿Los dinosaurios, acaso? -interrumpió Martín con sonrisa burlona.
-Te pido que tomes en serio mis palabras, Martín; de lo contrario prefiero no hablar más de este asunto.
-Perdona, fue una broma "al paso" solamente; sigue hablando.
-Bien, esos mitos de los que te hablaba, recogían viejas leyendas respecto a una especie distinta a la humana -y distinta también a los dinosaurios que tu mencionabas- que habría habitado la tierra mucho tiempo antes de que apareciese el primer australopitecus. Esa especie estarían procurando desde entonces volver a ocupar este espacio...
-Pero, ¿dónde están? ¿En otro planeta? ¿En otra galaxia?
-No lo sabemos, los mitos no son muy precisos; al parecer las leyendas hablaban antiguamente de "abismos insondables", pero quizás se referían a otro espacio, a otra dimensión.
-No se; todo esto me resulta poco científico. Me siento como degradado al hablar de estas cosas.
-La "ciencia" del siglo XVIII no hubiese podido explicar algo tan elemental como el hecho de que hoy tu veas y converses con tus amigos que están en Japón ¿no es cierto?
-Pero nosotros conocemos la historia de nuestro planeta...
-Sí; conocemos la "historia", pero apenas sabemos algunas cosas del periodo pre-histórico, del cual no quedan casi testimonios materiales y ese periodo conocido es sólo una ínfima porción de toda la evolución. ¿No te parece algo jactancioso, decir que "conocemos" nuestro pasado? ¿Que sabemos -por ejemplo- de los seres que abandonaron los mares primitivos y poblaron las tierras?: apenas unos contados esqueletos... de aquellos que evolucionaron hacia los cordados.
-Bueno, pero ¿que? ¿adónde vamos con todo eso? ¿Que hay de la broma -o lo que sea- con mi equipo?
Arturo se paseó un rato con su taza de café, como volcado a sus pensamientos y luego encaró a Martín mirándolo fijamente:
-Creo que están tratando de que les abras la puerta.
-¿Por qué yo? ¿Por qué necesitan que alguien les "abra la puerta" como tu dices?
-Es lo que no sé; quizás su acceso a este mundo no les sea fácil actualmente y necesiten de una ayuda. En cuanto a porque elegirte a tí, pueden tener sus motivos: tu alta especialidad en la física espacial, en la informática, tu "sensibilidad"...
-¿Mi "sensibilidad"? ¿A que te refieres?
-Bueno, a tu sensibilidad estética, tu gusto por la poesía, por las fantasías poéticas...
-¡Pero yo nunca confundí la poesía con la ciencia! -protestó enérgicamente Martín- Se muy bien cuales son sus ámbitos y nunca los superpongo: también me gusta hacer el amor, pero nunca se me ha ocurrido conquistar una joven con una ecuación diferencial!
-Lo se, lo se. No quise molestarte; sólo lo mencionaba como una posibilidad.
Durante un largo rato ambos callaron y se hundieron en sus reflexiones, sus preocupaciones... y sus temores, mientras contemplaban por el amplio ventanal, como la luna se reflejaba en las oscuras aguas de la costa, que golpeaban tenazmente en las rocas lanzando una permanente lluvia de espuma, enblanquecida por la luz lunar. Quizás esperaban -inconscientemente- que ese mar les aportase alguna pista que aclarase la extraña situación.
-¿Recuerdas el mensaje que apareció en la pantalla? -preguntó de pronto Arturo, interrumpiendo las meditaciones de su compañero.
-Creo que si, algo como: "tipee C:\Cthulhu".
-No exactamente eso, sino: "tipee: N:\Cthulhu".
-No tendría sentido; no tenemos ningún hard disk "N", ni podríamos tenerlo ¿no?
-Cierto. Pero eso no es un disco: es la "N" de "Necronomicón", el "Libro"; en donde según la leyenda está inscripta la clave de este misterio. Te aconsejaría no seguir ese mensaje: no sabemos que puede ocurrir.
-Nada. ¿Que puede ocurrir? la computadora responderá "comando erróneo" y pedirá otro.
-No estoy seguro, Martín. Si apareciese otra vez ese mensaje creo que sería necesario plantear este tema en el Centro. Me siento demasiado cargado con esta responsabilidad.
-¿A fin y al cabo, no podría ser una broma? Un hacker muy habilidoso y quizás con cierta carga de odio o envidia ¡que se yo!
-Estoy de acuerdo con esperar, pero me temo que esto no termine aquí.
III - La puerta.
Durante unos días no ocurrió ningún hecho novedoso por lo que los dos compañeros casi olvidaron el asunto. Martín volvió a considerar como plausible la hipótesis de la broma (aunque sin analizar a fondo la posibilidad real de la misma) y Arturo se sintió un poco avergonzado de haber transmitido sus pensamientos a aquel: temió perder algo de su prestigio como científico serio ante su compañero de trabajo.
Cuatro semanas después de la segunda falla en los equipos del Centro, Martín volvía al anochecer a su departamento, cuando al entrar en él percibió una extraña luminosidad en su escritorio. Con cierto temor, se asomó a la puerta del mismo y se sorprendió al encontrar encendido su equipo y la sorpresa se transmutó en zozobra cuando comprobó que esa luminosidad era de un azul- verdoso, similar a la que se había presentado la primera vez en el Centro: ¡nuevamente los virus! Durante unos momentos observó atónito la luminiscente pantalla que viraba sus colores continuamente entre el azul y el verde, como respondiendo a una melodía. Al cabo de más de un minuto, los colores desaparecieron totalmente y la pantalla mostró otra vez el extraño mensaje: "tipee: N:\Cthulhu".
Martín trató rápidamente de encontrar una lógica en todo aquello, que le permitiera aliviar su tensión y su temor; seguramente alguien estaba jugándole una broma y sabiendo que él se había preocupado cuando la recibió en el Centro, ahora -aprovechando que su equipo particular estaba en red con los equipos del Centro- querían acosarlo en su propio departamento. Lo mejor sería -seguramente- tipear ese mensaje y observar lo que ocurría; de pronto la broma se explicitaba con un "¡que la inocencia le valga!" o "Martín es un idiota" y todo volvía a la normalidad.
Se quitó el saco que traía, se descalzó los zapatos y buscó un par de cómodas sandalias (en el fondo, para aquietar su espíritu y mostrarse a sí mismo como sereno y despreocupado). Cuando se sentó frente al equipo, la pantalla había recuperado la cambiante luminosidad azul-verdosa, por lo cual esperó unos instantes a que reapareciera el mensaje. Dos minutos después, la críptica solicitud (¿u orden?) apareció. Con cierto nerviosismo tecleó "C:\Cthulhu" ante lo cual la pantalla le respondió: "Comando erróneo; tipee N:\Cthulhu".
En efecto, Martín se había equivocado llevado por la rutina que a diario le hacía recuperar archivos de su hard disk "C", pero ¿quien le estaba corrigiendo su error e indicándole la forma correcta? Volvió a teclear nuevamente, cuidando esta vez formular bien el mensaje; la pantalla no reaccionó durante unos larguísimos segundos (demasiados para los casi 250 Mh del moderno equipo), pero luego su respuesta impactó al joven científico y le hizo lanzar un corto grito de sorpresa y terror.
En la pantalla comenzaron a aparecer -aunque en forma difusa- extrañas figuras que sugerían seres u objetos desconocidos compartiendo espacios multidimensionales. Esas figuras se abalanzaban por momentos al primer plano, pero luego se hundían en una profundidad que parecía no tener fin. El equipo de Martín podía simular la tridimensionalidad mediante programas adecuados y ello era a menudo utilizado para el diseño de equipos espaciales, pero ahora no estaba cargado ninguno de esos programas, pese a lo cual la pantalla mostró durante casi dos minutos un enloquecedor espectáculo de estremecedoras figuras que emergían y se hundían en las profundidades, sin que pudiese percibir claramente que cosas (o quienes) eran.
Cuando la pantalla quedó nuevamente en blanco, el equipo se apagó solo sin que Martín tuviese que intervenir. Luego de unos segundos -quizás algunos minutos- Martín recobró la calma y decidió considerar aquello como la labor refinadísima de un hacker. Quien hubiese preparado este virus (había que darle un nombre a eso), no sólo era el más habilidoso de los programadores, sino también una de las mentes más endemoniadas que conocía. Con todo, resolvió llamar a su compañero, porque -de alguna manera- consideraba haber resuelto el problema.
Era tarde ya de la noche cuando logró comunicarse con Arturo. Este, algo somnoliento, escuchó el relato de Martín, describiendo -casi noveleramente- lo que había ocurrido y transmitiéndole su opinión sobre el habilidoso programador que había confeccionado el virus. El largo silencio conque Arturo respondió a la noticia, llamó la atención de Martín que inquirió sorprendido:
-¿Que ocurre Arturo? ¿Me estás escuchando?
-Si... si, te oí perfectamente -respondió con voz apagada- no... no vuelvas a hacer eso. Estás abriéndoles la puerta. Por favor, no lo hagas.
Esa noche no pudieron volver a comunicarse; quizás la línea quedó bloqueada, quizás Arturo no quiso oir más, lo cierto es que Martín permaneció sin conciliar el sueño hasta casi la madrugada. No comprendía la aprehensión de su compañero; él solamente había "seguido la corriente" a un virus muy complejo que le había mostrado imágenes algo inquietantes, pero nada más: ¿que otra cosa podría suceder?
Se acercó al amplio ventanal de su departamento y contempló -como tantas veces- el incesante acoso del mar a las rocas de la costa; pareciera como si las olas quisiesen invadir la tierra y un firme cordón de vigilantes soldados les impidiesen hacerlo. Seguramente que pasarían los siglos y las rocas seguirían allí, custodiando la playa como fieles y seguros guardianes... De pronto las imágenes que la fantasía poética de Martín estaba elaborando se congelaron en un cuadro preocupante: una ola se filtraba por un estrecho canal abierto entre dos rocas. ¿Cómo se abrió ese canal? ¿Estuvo siempre allí o alguna roca cedió, al fin, ante el empuje de las olas? ¿Sería esa una puerta de entrada para el bravío mar? El rigor científico de Martín rápidamente tomó su lugar para analizar la situación: las rocas custodiarían la playa durante siglos, quizás unos pocos milenios, pero ¿que decir de un tiempo más prolongado: decenas... centenas de milenios? El Mediterráneo se formó apenas 20.000 años atrás, pese a que hoy nos parezca eterno. En una temporalidad de millones de años ¿no cabría pensar en...?
Martín detuvo su "máquina de pensar" porque no lograba armar un desarrollo coherente de sus ideas.
Las emociones experimentadas -extrañas y perturbadoras- lo habían desplazado del seguro sitial en que las circunstancias mundanas lo habían colocado: el Centro de Investigaciones, su programa de estudios espaciales, su computadora, su cómoda vida material. Resolvió conversar al otro día con su compañero y exigirle un análisis a fondo de la situación; si era preciso debían plantear el tema ante las propias autoridades del Centro. Tranquilizado con esta decisión, fué que logró conciliar el sueño cuando ya comenzaba a clarear el día.
IV - EL INGRESO.
Las emociones experimentadas -extrañas y perturbadoras- lo habían desplazado del seguro sitial en que las circunstancias mundanas lo habían colocado: el Centro de Investigaciones, su programa de estudios espaciales, su computadora, su cómoda vida material. Resolvió conversar al otro día con su compañero y exigirle un análisis a fondo de la situación; si era preciso debían plantear el tema ante las propias autoridades del Centro. Tranquilizado con esta decisión, fué que logró conciliar el sueño cuando ya comenzaba a clarear el día.
IV - EL INGRESO.
Arturo y Martín se encontraron temprano por la mañana; habían acordado previamente tener una charla en algún lugar apacible y bastante lejos del Centro de Investigaciones, ya que querían descartar toda posibilidad de encuentros fortuitos. Ambos se encontraban con los nervios en tensión después de lo sucedido la noche anterior; Martín fue el que inició la conversación formal, luego de las primeras y breves frases de saludo:
-Quiero que me vuelvas a contar con todo detalle lo que ocurrió anoche; en el grabador tengo el relato que me hiciste, pero quiero contrastarlo con tu versión actual para descartar errores o imprecisiones ¿estás de acuerdo?
-Por supuesto; yo mismo -por momentos- tengo dudas acerca de lo que vi pero te aseguro que fue algo muy impactante, casi estremecedor... bueno, pero te cuento desde el principio...
Durante algunos minutos estuvo Martín relatando los hechos del día anterior mientras Arturo lo escuchaba casi sin pestañear. Cuando aquel terminó de hablar, le dijo:
-Puedes estar seguro que esta no es labor de ningún hacker, no responde a la lógica de esos piratas de los microchips; aquí no se ha intentado dañar los equipos ni los programas, pese a que hubiesen podido hacerlo. Tampoco aparece como una simple broma y hay otras cosas que me estremecen.
-¿Por ejemplo, que? ¿Tuviste acaso, alguna experiencia similar?
-No se trata de eso; estuve analizando todos los hechos ocurridos y pude comprobar que las tres apariciones ocurrieron en tiempos regulares: exactamente un mes lunar de intervalo entre cada una.
-Pero ¿no podría tratarse de un hacker conocedor de esos mitos y que quisiese hacer una broma... difundirlos..? No sé...
-Yo también lo pensé, Martín, pero hay algo en todo esto que me resulta preocupante. Quizás tengamos que plantearlo en el Centro; no podemos continuar manteniendo este secreto entre nosotros dos: siento demasiado esta responsabilidad.
Ambos investigadores acordaron solicitar una reunión de alto nivel en el centro de investigaciones, sin especificar exactamente de que se trataba para evitar una negativa por anticipado. Al otro día por la tarde se concretó la reunión; el Director -André Robin, algo extrañado por la solicitud- fue quien abrió la sesión, pidiéndoles que explicasen los motivos de la misma. De acuerdo a lo convenido, fue Martín quien relató los hechos, dándoles un tono objetivo, neutro, pero procurando resaltar los aspectos inquietantes de los mismos. A continuación, Arturo analizó las distintas respuestas posibles, desmenuzándolas y descartándolas.
Un silencio casi absoluto imperó en la pequeña sala en donde se habían concentrado una docena de investigadores (ingenieros, biólogos, matemáticos) que representaban lo más selecto del cuerpo técnico-científico del Centro. A nadie se le ocurrió hacer bromas respecto a los hechos relatados, en parte por respeto a los dos solicitantes de la reunión y en parte porque -si bien todo aquello resultaba algo estrafalario y fuera de lógica- percibían que estaban ante circunstancias muy especiales y quizás problemáticas. André -luego de demandar a Martín y Arturo acerca de algún otro detalle que pudiesen agregar al relato - se dirigió al grupo y pregunto si alguien quería hacer algún planteamiento. Percatándose del clima inadecuado que podía generarse en el Centro a partir de estos hechos, no esperó demasiado la respuesta a esta pregunta y pasó a dar su opinión. Con toda formalidad, agradeció a los dos investigadores su informe, consideró que los hechos eran dignos de ser tomados en cuenta aunque entendió que no debía dársele a los mismos mayor trascendencia hasta no concluir una investigación que él mismo emprendería, con la colaboración de todos los integrantes del grupo. Al mismo tiempo -y dado el carácter de los hechos- les requirió la mayor discreción para evitar que los mismos trascendieran.
A la salida de la reunión, Martín le espetó a Arturo con contenida cólera:
-¡Un hermoso entierro de lujo! Esa investigación no es más que un pretexto para no hacer nada.
-No sé, Martín, quizás André no quiera que cunda la alarma y prefiera encarar solo y por su cuenta la búsqueda de una respuesta. Tengo la impresión que quedó preocupado.
-No es la mía; si bien no tenía argumentos para rebatir tus análisis, me parece que seguía creyendo que esto no es más que una broma de alguien. A lo sumo, extremará las medidas para evitar que se repitan estos hechos en el Centro.
En las semanas siguientes -como era previsible- no ocurrió nada anormal, por lo que el personal del Centro olvidó prácticamente el asunto. Martín y Arturo, sin embargo, sabían que esa tranquilidad era aparente y esperaban tensamente que transcurriera otro mes lunar, pues suponían que el fenómeno volvería a repetirse. Concertaron reunirse para ese momento en el apartamento de Martín, seguros que sería en su equipo en donde aparecerían nuevamente el estremecedor mensaje. Arturo no pensaba seguir las indicaciones del mismo, pero quería estar seguro de la regularidad ya casi comprobada.
Martín, empero, albergaba otros proyectos. El día fijado para el encuentro, Martín trasladó -secretamente- desde el Centro un equipo de realidad virtual que corrientemente utilizaba allí para un estudio más acabado de sus proyectos de diseño. Por otra parte no encendió ninguna de las luces de su apartamento, excepto una pequeña lámpara cuya luz no se percibía desde el exterior: no recibiría a Arturo esa noche!
En efecto, Arturo llegó algunos minutos antes de la hora convenida y durante largo rato insistió con el timbre de calle. Suponiendo que el mismo pudiese estar descompuesto llamó por teléfono al apartamento desde su teléfono celular, pero el contestador automático le dejó oír un mensaje en el que Martín le explicaba que había debido viajar urgentemente a visitar a un familiar enfermo que vivía en otra ciudad cercana. Sorprendido algo por este hecho (no comprendía por que razón Martín no se comunicó antes con él) y decepcionado por el fracaso de este experimento, se volvió a su casa.
Mientras tanto, Martín, instalado frente a su computadora y conectado al equipo de realidad virtual -gafas, guantes, etc.- se disponía a recibir -y responder- el esperado mensaje. Los minutos se hacían extremadamente largos para su ansiedad y varias veces se sintió tentado de renunciar a todo intento de aclarar el misterio: dejar que la pantalla mostrara el mensaje todo el tiempo que quisiera y retomar su rutina de vida como si nada hubiese pasado. De todas formas, durante veintiocho días todo funcionaría normalmente y al final -fuese lo que fuese- debía finalizar, ya que no era concebible una prolongación eterna del fenómeno. Pocos minutos antes de las 10 de esa noche, Martín se sintió sacudido nuevamente por la extraña luminosidad azul-verdosa que se modulaba en la pantalla de su equipo. Tenso, esperó la aparición del mensaje, que se presentó pocos instantes después durante varios segundos. En esta primera presentación, Martín no respondió al mismo; mezclados sentimientos de ansiedad, temor, curiosidad, le hicieron permanecer inmóvil frente a la pantalla. Al reaparecer el mensaje nuevamente, decidió encarar decididamente la situación: conectó el equipo de realidad virtual y tecleó "N:\Cthulhu".
Los minutos siguientes se convirtieron para Martín en una dramática pesadilla de la que no pudo recuperarse plenamente: lo que antes habían sido imágenes tridimensionales en una pantalla (pero imágenes al fin), ahora -gracias al equipo de realidad virtual- se convirtió en una fantasmagórica danza de figuras y formas que flotaban a su alrededor, pero además -de manera incompatible con las posibilidades del equipo que estaba utilizando- comenzó a percibir un nauseabundo olor marino como si esas figuras estuviesen realmente allí. De pronto, todo se volvió un torbellino oscuro y se sintió arrastrado en él, sumiéndose en la inconsciencia absoluta.
V - EL MENSAJE.
A la mañana siguiente, Arturo se preocupó seriamente cuando comprobó que Martín no había vuelto de la anunciada visita a su familiar ni tampoco se había comunicado con el Centro. Volvió al apartamento de Martín y al no encontrar quien respondiese a los llamados, resolvió ir hasta el destacamento policial más próximo y solicitar ayuda. Cuando explicó los motivos de su preocupación encontró cierta reticencia en las autoridades; la demora de una persona en volver de un viaje por motivos familiares no parecía algo anormal y Arturo se había abstenido de comentar los otros elementos de juicio que poseía porque sabía que no sería tomado seriamente y además violaría el acuerdo establecido con sus compañeros de trabajo. De todas maneras, ante la reiteración de la solicitud por parte del Director del Centro de Investigaciones -a quien Arturo puso en conocimiento de los hechos- la policía accedió a llamar a un cerrajero para que abriese el apartamento.
El cuadro que se ofreció a primera vista dejó estupefactos a los dos oficiales de la policía: un olor a mar muy acentuado persistía aún en las habitaciones, por los pisos se encontraban pequeños charcos de un líquido gelatinoso que era el que desprendía la extraña aroma y muchos objetos aparecían volcados o revueltos. Sin embargo, no se apreciaba el usual desorden que dejan los ladrones -cajones abiertos en busca de valores, muebles retirados de la pared, etc.- sino que parecía responder a una actividad casi frenética, y quizás alocada, realizada en la vivienda. De Martín no había casi rastros: solamente el equipo de realidad virtual desordenadamente tirado en un costado como si se lo hubiesen quitado en medio de una urgencia y -lo que resultaba más extraño- algunas prendas húmedas, abandonadas también de manera desordenada y con algunas roturas: una camisa, un pantalón, unas pantuflas... todo como si Martín se las hubiese quitado urgentemente para vestirse de otra manera. Las prendas de su guardarropa, sin embargo, se encontraban cuidadosamente ordenadas y aunque no podía comprobarse si faltaba alguna, era lógico que no había buscado de manera apresurada con que vestirse... (¿habría salido sin ropas?).
Los oficiales de policía, muy sorprendidos y desconcertados, se limitaron a tomar nota del estado de la vivienda y le indicaron al cerrajero que procediera a cerrarla nuevamente. Dos días más tarde, Martín apareció nuevamente en el Centro; su presencia fue por demás sorprendente: lívido, demacrado, con una voz poco audible y -sobre todo- balbuciendo una historia confusa respecto a un pariente fallecido, una salida urgente, líquidos que había derramado en el apuro... Todos comprendían que estaba falseando absolutamente los hechos, pero no podían demostrarlo ni tampoco querían molestar a Martín, que parecía estar viviendo una intensa crisis emocional. Dejaron que volviese a su lugar de trabajo y se instalase frente a sus equipos sin inquirir demasiado en lo ocurrido; André ordenó discretamente que no lo molestasen pero que observasen su comportamiento, porque comprendió que aquel estaba viviendo una situación anormal. Su relación con Arturo cambió también notablemente: dejó de intimar con él, contestó con evasivas todo lo referente a las experiencias vividas anteriormente y evitó que Martín volviese a visitarlo en su departamento.
Este, a su vez, no conforme con la situación, resolvió más que observar, vigilar a su compañero de trabajo, siguiéndolo discretamente hasta su casa, revisando los archivos de su computadora -para lo cual debió descubrir cual era su password- pero no encontró nada en los dos primeros días. Al tercer día, cuando observaba con prismáticos las ventanas del departamento de Martín, percibió nuevamente las extrañas luces azuladas tras las persianas bajas del departamento. Resolvió no llamar a la puerta ni por el teléfono porque sabía que aquel no le respondería, pero resolvió intensificar su vigilancia en los días subsiguientes. Sin embargo, nada más pudo detectar, salvo la actitud casi autística de su compañero que rehuía todo encuentro, toda conversación, llevando -incluso- a que el Director André se plantease seriamente tener una entrevista con Martín y sugerirle una consulta médica. Arturo acordó con él esa medida, pues no tenía sentido el cambio de actitud observada y ella por otro lado no era positiva para el trabajo en equipo que el Centro pretendía desarrollar.
A los tres días, cuando era inminente la entrevista programada -aunque aún no comunicada a Martín- éste faltó una vez más a su trabajo. En su casa tampoco respondía, por lo que André resolvió una vez más recurrir a la policía y plantear seriamente que creía estar ante una situación absolutamente anómala. El Jefe de Policía, en antecedentes de la inspección anterior y sus inquietantes circunstancias, aceptó abrir nuevamente mediante un cerrajero el departamento de Martín. No se apreció esta vez ningún desorden y -excepto el leve aroma marino que se percibía- nada parecía anormal. Los policías sugirieron retirarse y dar cuenta a la justicia de los extraños hechos, pero Arturo solicitó unos minutos para revisar la computadora de Martín tentando encontrar algún indicio acerca de su desaparición.
Con sorpresa, encontró que éste había borrado casi toda su memoria y que apenas había dejado un pequeño archivo designado "Cthulhu", que sólo contenía extrañas expresiones que no parecían pertenecer a un lenguaje conocido. Sin embargo, al final de ese documento y como misterioso cierre del mismo lucía una locución latina: "timeo danaos et dona ferentes". Arturo recordaba muy bien esa frase de la Eneida con la que habían bromeado varias veces con Martín: "temo a los griegos cuando hacen regalos"; ella se refería al caballo de madera regalado por los aqueos a los troyanos y dentro del cual se escondían los soldados que tomarían por sorpresa la ciudad. ¿Por qué esa frase al final del documento? ¿Acaso Martín -o ese extraño ser en el que se había convertido- quiso transmitir a su amigo, en un postrer rasgo de nobleza, la triste verdad de los hechos? ¿Fue Martín el "caballo de Troya" que hizo abrir las puertas y permitió el ingreso de quien sabe que temibles guerreros, dispuestos a ocupar nuevamente este espacio?
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De Martín no se tuvieron más noticias; la justicia tomó cuenta de sus bienes e inició una investigación, aunque sin demostrar demasiado interés. Arturo, por su parte, poco tiempo después presentó renuncia al Centro Espacial y buscó conectarse con un Instituto Oceanográfico que investigaba la fauna abisal: no tenía muy clara la razón porque lo hacía, pero intuía que allí tendría más posibilidades de encontrar alguna pista de su entrañable amigo.
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De Martín no se tuvieron más noticias; la justicia tomó cuenta de sus bienes e inició una investigación, aunque sin demostrar demasiado interés. Arturo, por su parte, poco tiempo después presentó renuncia al Centro Espacial y buscó conectarse con un Instituto Oceanográfico que investigaba la fauna abisal: no tenía muy clara la razón porque lo hacía, pero intuía que allí tendría más posibilidades de encontrar alguna pista de su entrañable amigo.