miércoles, 16 de diciembre de 2020

Una advertencia (sobre el fraude en las elecciones de estados unidos)

 Por Guillermo Ramírez Cattaneo

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Durante los últimos días, los titulares de prensa internacionales abundan en referencias a Trump y a su porfiada negación de los resultados electorales. Solamente durante la semana pasada, el presidente Trump publicó o volvió a publicar unos 145 mensajes en Twitter arremetiendo contra los resultados de una elección que perdió. Cuatro veces mencionó que la pandemia de coronavirus ahora alcanza sus horas más oscuras, y esto solo para afirmar que tenía razón sobre el brote y que los expertos estaban equivocados.

Como bien lo menciona Peter Baker en el New York Times, su foco actual está en recompensar a los amigos, depurar a los desleales y castigar a una lista cada vez mayor de enemigos que ahora incluye a gobernadores republicanos, su propio fiscal general e incluso a Fox News. Según Baker, los últimos días de la presidencia de Trump han adquirido los elementos tormentosos de un drama más común en la historia o la literatura que en una Casa Blanca moderna. Su rabia y su rechazo a admitir la derrota, desligado de la realidad, evocan imágenes de un señor asediado en una tierra lejana que se aferra desafiante al poder en lugar de exiliarse, o un monarca inglés errático que impone su versión de la situación en su corte acobardada.

Podría uno sentirse tentado a aventurar trastornos psicológicos subyacentes, basados en los innumerables libros y artículos sobre su personalidad; a manera de ejemplo, la propia percepción de su entorno familiar cercano (su hermana y sobrina, por ejemplo), entre muchos otros. Podría uno utilizar términos habituales en los mentirosos compulsivos o patológicos como son el miedo al rechazo o a la crítica, la elevada necesidad de aprobación externa, baja autoestima o inseguridad personal, intolerancia emocional (elevada sensibilidad a emociones displacenteras). Podrían usarse términos especializados como son el trastorno límite de personalidad (la mentira es una conducta impulsada por la emoción) o el trastorno narcisista de personalidad (se miente para conseguir admiración por parte de lo demás).

Asimismo, sería seductor descartar la afirmación irracional de Trump de que la elección fue “amañada” como una última convulsión ridícula de su reinado, o como un intento cínico de aumentar su valor de mercado pensando en un futuro televisivo.

Todo lo anterior configura un escenario muy común de posibilidades sobre su comportamiento y exageradamente recurrente en las noticias y redes sociales. Demasiado habitual para mi gusto. Considero que sería un grave error basarse únicamente en este escenario para describir lo que está sucediendo.

Algo más de cien años atrás, en el otoño de 1918, el final de la Primera Guerra Mundial se acercaba rápidamente. Mientras que la guerra en el frente oriental ya había terminado en enero del mismo año, cuando se firmó el tratado de paz de Brest-Litovsk,  quedó claro que Alemania y sus aliados estaban indefensos ante una creciente supremacía aliada en el frente occidental. En ese momento, Alemania todavía era formalmente un Imperio dirigido por el Kaiser Wilhelm II y el canciller del Reich, Theobald von Bethmann Hollweg. Sin embargo, durante la guerra, Alemania se había convertido de facto en una dictadura militar: los mariscales de campo Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff se habían transformado en jefes de estado.

Cuando advirtieron que la guerra terminaría pronto, estos mariscales establecieron una estrategia: había que instalar un gobierno civil. Las razones para esto fueron dos. Por un lado, la posibilidad de una paz favorable sería más probable si los aliados pudieran negociar con un gobierno civil (esta afirmación fue apoyada por el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson). Por otro lado, este gobierno civil probablemente sería responsabilizado por la población alemana por la pérdida de la guerra y las consecuencias resultantes. De esta manera, los mariscales de campo podrían trasferir su propia responsabilidad a este nuevo gobierno y, en consecuencia, purificarse de cualquier culpa.

Siguiendo con la estrategia, el 3 de octubre de 1918, el príncipe Max von Baden fue nombrado canciller y comenzó, como jefe del gobierno civil recién instalado, las negociaciones de paz con los aliados. Esto resultó en una tregua que se firmó el 11 de noviembre de 1918. Mientras tanto, Hindenburg y Ludendorff habían convencido al Kaiser Wilhelm II de abdicar. Como resultado, el 9 de noviembre de 1918, el socialdemócrata Philipp Scheidemann proclamó la República en Berlín y, a su vez, Friedrich Ebert se convirtió en su nuevo canciller. Y así se fundó la República de Weimar. Estos eventos de noviembre de 1918 se denominarían más tarde la “Revolución de noviembre”.

Una de las primeras tareas de este gobierno civil fue convertir la tregua del 11 de noviembre en un tratado de paz definitivo. Esto dio lugar al Tratado de Versalles que entró en vigor el 10 de enero de 1920. Este Tratado fue odiado por la mayoría de la población de Alemania, considerado como una paz impuesta y cínicamente llamado “el diktat de Versalles”.

Ahora bien, esta maniobra astutamente concebida por los mariscales se apoyaba en la necesidad de generar una ficción. Y esta última se convirtió en el afamado Dolchstosslegende más conocido como el “mito de la puñalada en la espalda”. Gracias a este mito, y como ya habían predicho los estrategas Hindenburg y Ludendorff, los líderes del gobierno democrático fueron responsabilizados por los humillantes términos del acuerdo de paz. Esto reforzó la invención de que Alemania había sido traicionada y que su honor se había visto afectado solo porque los revolucionarios democráticos de izquierda obstruyeron la victoria de la guerra al ordenar la retirada de las tropas. Claramente, esto no era cierto. Sin embargo, la combinación del mito de la puñalada en la espalda y los términos del Tratado de Versalles les dio a los oponentes de la República de Weimar un arma poderosa para atacarla desde su nacimiento y en el futuro subsiguiente.

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Una ilustración de una postal austríaca de 1919 que muestra un judío caricaturizado apuñalando al ejército alemán en la espalda con una daga

La principal aserción de esta ficción fue que la Alemania imperial nunca perdió la Primera Guerra Mundial. La derrota, dijeron sus mariscales, fue declarada pero no justificada. Fue una conspiración, una estafa, una capitulación, una grave traición que manchó para siempre a la nación. No importaba que la afirmación fuera palpablemente falsa. Entre un número considerable de alemanes, provocó resentimiento, humillación e ira. Y la figura que mejor supo cómo explotar más adelante la frustración del pueblo alemán fue Adolf Hitler.

El aspecto sorprendente del mito Dolchstosslegende es que no se debilitó después de 1918, sino que se fortaleció. Ante la humillación, incapaces o no dispuestos a hacer frente a la verdad, muchos alemanes se embarcaron en un autoengaño funesto: la nación había sido traicionada, pero su honor y grandeza nunca se podían perder. La izquierda, e incluso el gobierno electo de la nueva República, jamás podrían ser los custodios legítimos del país. La clave del éxito de Hitler fue que, en 1933, una parte considerable del electorado alemán había puesto las ideas encarnadas en el mito – honor, grandeza, orgullo nacional – por encima de la democracia.

Volviendo a Trump, no debemos ver su esfuerzo por anular los resultados de las elecciones como una mera fantasía producto de la mente de un mentiroso patológico. El punto principal de la estrategia ya no es (no sabemos si alguna vez lo fue) encontrar un juez, gobernador u otro instrumento flexible para negarle a Biden la presidencia. La estrategia sería más bien negar la legitimidad de la presidencia de Biden, del sistema electoral que le dio el cargo, y de los sistemas federal y judicial que dejaron de lado los desafíos legales de Trump.

La campaña debe verse como lo que es: un intento de elevar el nuevo mito They stole it” (Ellos se la robaron (la elección)) al nivel de leyenda, abonando para la futura polarización social y división a una escala que Estados Unidos nunca ha visto. La naturaleza del mito no es que sea creíble. Es que hay que creerlo. Un asombroso 88 % de los votantes de Trump cree que el resultado de la elección es ilegítimo, según una encuesta de YouGov.

Ah, me olvidaba de un trastorno no mencionado antes. El de la personalidad antisocial, en el que se puede utilizar la mentira como estrategia de manipulación.

 

Fuente: https://lacebraquehabla.com/una-advertencia/

sábado, 5 de diciembre de 2020

"El Hombre que nunca existió": la misteriosa operación para engañar a los nazis

 



El Hombre Que Nunca Existió

 

En España es muy conocida esta historia y particularmente en la ciudad de Huelva. Se trata de un episodio que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial y que técnicamente podríamos catalogar como uno de los engaños mas elaborados de la historia. Tanto así que el propio Hitler se lo tragó entero.

 

Imagen Enviada


 

En la primavera de 1943, un vecino de Punta Umbría (localidad costera de la provincia de Huelva, Sur de España) descubrió mientras pescaba en la zona conocida como El Portil, el cuerpo sin vida de un militar inglés, flotando junto con los restos de una balsa neumática. Llevaron el cadáver hasta la playa hasta que las autoridades se hicieron cargo de él.

 

Atada a su brazo había una cartera este episodio aparentemente sin importancia tuvo en los meses que siguieron una decisiva influencia en los acontecimientos que se desarrollaron en el marco de la Segunda Guerra Mundial

 

La Operación Mincemeat

 

Los aliados preparaban el desembarco de tropas en el sur de Italia, en Sicilia, pero necesitaban hacer creer a la Inteligencia alemana que este desembarco tendría lugar en cualquier otro punto para aumentar las posibilidades de éxito de la operación. A esta maniobra de engaño se la denominó Operación Mincemeat y el oficial inglés que se puso al mando de ella fue el capitán de corbeta Ewen Montagu, del servicio secreto naval Inglés.

 

Antecedentes

 

Una vez derrotadas las tropas del General Rommel en el Norte de Africa, los Aliados tuvieron allí una excelente base de operaciones. Esa zona era el escenario ideal para establecer una base de operaciones desde donde invadir el sur de Italia. Obviamente todo esto era conocido por el Alto Mando Alemán que en consecuencia había reforzado la costa de Sicilia como punto mas evidente por donde tendría lugar la invasión.

 

Se necesitaba pues, convencer a los alemanes de que nunca se intentaría desembarcar en Sicilia, sino en cualquier otro lugar, a fin de que el futuro desembarco fuera menos cruento. Mientras tanto, las tropas aguardaban la orden de desembarco aún sin conocer el lugar exacto. Este relato explica cómo gran parte del éxito del desembarco aliado en Sicilia fue debido a una operación secreta de los servicios de inteligencia que hizo creer a los alemanes que dicho desembarco se efectuaría en Grecia o Cerdeña.

 

La trampa

 

Se contemplaron muchas situaciones y posibilidades en distintos escenarios y el equipo de Ewen Montagu se empleó a fondo tratando de encontrar el modo de hacer llegar al contraespionaje alemán la información falsa. Ante la evidente necesidad de montar la maniobra de distracción con el máximo secreto posible, un mínimo imprescindible de personas empezó a tomar decisiones y realizar consultas .

 

La operación en sí era sumamente delicada, porque si la Inteligencia Alemana no tragaba el anzuelo se haría muy evidente que el punto de desembarco sería Sicilia y la operación sólo habría servido para empeorar las cosas. Las reuniones se intensificaron, pero fué tal el secreto en que se mantuvieron que ni siquiera los mismos ingleses supieron hasta el final de la guerra hasta que punto había resultado eficaz la Operación Mincemeat.

 

Imagen Enviada

 

Inventan al Mayor William Martin

 

El plan que ofreció Ewen Montagu a la Inteligencia Naval Británica fué la creación de una personalidad falsa: la del Mayor William Martin, nacido en Cardiff (Gales) en 1907, y cuyo supuesto destino en la Marina Real era la de oficial de enlace con las tropas del norte de Africa. Supuestamente habría fallecido al caer su avión al mar en el trayecto de Londres a Gibraltar portando documentación muy sensible que la ABWEHR (el servicio militar alemán de espionaje) no dejaría pasar por alto si caía en sus manos.

 

Efectivamente era muy común en esos meses que los aviones que llevaban a los oficiales de enlace sobrevolaran el norte de Africa, siendo el blanco preferido de las baterías alemanas emplazadas en la costa.

 

Ahora sólo restaba encontrar el cuerpo de un hombre cuya muerte se hubiera presentado con síntomas parecidos a los de una persona ahogada. En ese punto surgieron mas dificultades, pues no era posible explicar abiertamente a los responsables de los hospitales ni a los familiares de las personas fallecidas para qué se necesitaba el cuerpo.

 

En la Morgue del Hospital St. Pancrass

 

Es probable que Montagu se pusiera en contacto con Sir Bernard Spilbury, uno de los mejores patólogos forenses de Inglaterra quien a su vez, contactó con W. Bantley Purchase forense del distrito de Londres a donde pertenecía el Hospital Saint Pancrass comentándole que el Servicio de Inteligencia MI5 estaba buscando un cuerpo de unos 30 años para una importante misión de inteligencia. Parece ser que Bantley respondió a Spilbury que por aquel entonces, un hombre (Glyndwyr Michael) acababa de fallecer (¿suicidio?) en un almacén de Londres.

 

Sea como fuere, el cuerpo del Hospital St. Pancrass pasó a ser el del capitán (habilitado a comandante) W.H.N. Martin de la Royal Marine. Se dice que sus familiares accedieron a su entrega bajo la promesa de que en cuanto fuera posible se le daría sepultura dignamente y que su identidad no fuera nunca revelada.

 

El paso siguiente fué conservar en hielo el cuerpo y documentarlo de una forma creíble, lo cual se llevó a efecto minuciosamente. Se le inventó una novia (Pamela) que le había enviado dos supuestas cartas que siempre llevaba consigo (escritas en realidad por una empleada del MI5); otras cartas de su padre, documentación bancaria sobre una factura impagada de un anillo de compromiso, libreta de ahorro, etc. Además se introdujeron en sus bolsillos tickects y entradas de teatro de las obras que se representaban en aquellos días en Londres amén de otras evidencias de su estancia en la ciudad.

 

Los documentos personales

 

La cartilla militar de identidad del Mayor Martin señalaba que había nacido en 1907 en Cardiff pero en lugar de envejecerla artificialmente se le agregó una nota explicando que sustituía -por extravío- a la documentación antigua a fin de explicar su aspecto tan reciente. Un militar debidamente maquillado posó para las fotos.

 

En cuanto a la otra documentación, la verdaderamente importante para la operación, se ideó un cruce de cartas entre los jefes del estado mayor aliado: Sir Archibald Nye escribió al general Harnold Alexander, comandante del 8º Ejército en Túnez, revelando los planes para asaltar Grecia. Lord Mountbatten (almirante emparentado con la monarquía inglesa y muerto después de la guerra en atentado) escribió a Eisenhower, comandante supremo del norte de África, y a sir Andrew Cunningham, almirante de la flota, haciendo bromas acerca de las sardinas (Sardinia = Cerdeña) para hacer pensar a los alemanes en Cerdeña. Además comentaban que el Mayor Martin era persona de toda confianza.

 

En realidad, la obtención de los documentos falsos fue la parte mas fácil de la operación. Lo mas complicado había sido encontrar un cadáver que pareciera haber muerto de frío por una larga estancia en el mar.

 



Jean Leslie o Pamela, la novia ficticia del ficticio Mayor William Martin.


 

A bordo del submarino Seraph

 

19 de Abril de 1943 (Base Naval de Holy Loch). Se sube a bordo del submarino Seraph el cuerpo del Mayor W. Martin cubierto de hielo artificial dentro de una caja metálica de dos metros (que simulaba contener material óptico con el fin de no despertar sospecha alguna en la tripulación).

 

Sus bolsillos contenían objetos insignificantes: dos billetes usados de Strike a New Note, comedia representada en Londres el 22 de Abril (fecha en que supuestamente saldría de Inglaterra en avión); una ficha de farmacia con su peso, llaves, trozos de papel, monedas, etc. Con esto quedaban finalizados los detalles del engaño. Tan solo quedaba la puesta en escena.

 

El submarino de la clase S Seraph

 

 

El submarino Seraph fué elegido porque tenía que zarpar para Malta en fechas aproximadas a las que se habían establecido para la operación. Había que desembarcar el cadáver frente a las costas de Huelva, ciudad española de la Andalucía Atlántica con unas condiciones metereológicas adecuadas para que las mareas y el viento depositaran al Mayor Martin en sus costas, donde se suponía que el espionaje alemán era bastante activo.

 

El submarino de la clase S Seraph fue botado el 16 de Agosto de 1940 y causó baja el 20 de Diciembre de 1965, siendo su principal destino durante la guerra el mar Mediterráneo. Durante la Operación Mincemeat su tripulación se componía de 48 hombres, cinco de los cuales eran oficiales.

 

El H.M.Sub. Seraph soltó amarras a las 18:00 horas del 19 de Abril de 1943 llevando a bordo la caja con el cuerpo de Martin, y durante los siguientes diez días navegó sumergido durante el día y en superficie durante la noche. Al mando del submarino estaba el teniente A. Jewell (fallecido en 2004) que tenía experiencia en este tipo de acciones, tal como haber desembarcado clandestinamente al general Mark Clark el año antes en las costas norteafricanas y otras operaciones similares.

 

En la Costa de Huelva

 

El 30 de Abril, el H.M.Sub. Seraph tenía a la costa de Huelva a aproximadamente una milla naútica por el través. No se avistaba ninguna embarcación en las cercanías, de modo que según el horario establecido en los planes de la operación, a las 04:30 horas la caja metálica fue izada a cubierta y sacaron de ella el cuerpo del Mayor Martin.

 

Cuatro oficiales estuvieron presentes en un oficio fúnebre celebrado en cubierta. Una vez terminado el mismo le pusieron un chaleco salvavidas y depositaron el cadaver en el agua, comenzando así el Mayor Martin su misión de guerra.

 

Aparece un cadáver en el Portil

 

Antes de sumergirse, los ingleses arrojaron un bote salvavidas de la Fuerza Aérea a media milla de donde habían abandonado el cuerpo, con un sólo remo para simular precipitación. Podía pensarse en el derribo de uno de los aviones de enlace entre Inglaterra y las tropas del norte de Africa.

 

Al amanecer de ese mismo día, (30 de Abril de 1943) una barca de pescadores salió de Punta Umbría dispuesta a faenar en la zona conocida como La Mata Negra, situada a unas cuantas millas hacia el oeste, en El Portil

 

El pescador de origen portugués residente en Punta Umbría (A. Rey María) descubrió mientras faenaba, el cuerpo que la marea había llevado cerca de la playa. A partir de ese momento se dió aviso a las autoridades de la comandancia de marina española, que trasladaron al Mayor Martin hasta Huelva.

 

El cadáver llega a Huelva

 

Huelva era una pequeña ciudad, capital de la provincia de su nombre. Al igual que toda España acababa de terminar la Guerra Civil de 1936 y estaba intentando recuperar su economía, en pleno periodo de posguerra. En todo caso era un sitio tranquilo, donde todo el mundo se conocía en mayor o menor grado.

 

No es de extrañar que este suceso llegara pronto a oídos del agente alemán que operaba allí -a pesar de que la aparición de cadáveres en la costa no era un hecho excepcional- debido a las batallas y hundimientos que tenían lugar en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

 

Mientras se realizaba la autopsia (es de suponer que con los precarios medios del periodo de posguerra y cuya conclusión fué asfixia por inversión en el mar) el consul inglés fué debidamente informado. Tras los trámites reglamentarios, el Mayor William Martin fue enterrado el 2 de Mayo de 1943 con honores militares pero de momento, ningún comentario sobre la cartera y los documentos que contenía

 

El Vicecónsul inglés reclama los documentos

 

El 4 de Mayo, el Servicio Secreto Naval Inglés envió un despacho etiquetado como confidencial y urgente al vicecónsul inglés en Huelva informándole que el Mayor Martin era portador de importantes documentos, por lo que se le ordenaba que hiciera de inmediato una petición formal al gobierno neutral de España para que devolviesen todos los documentos.

 

El Servicio Secreto Inglés sabía que el destino normal de los cadáveres encontrados en aguas Españolas era ser entregados al vicecónsul inglés para que procedieran al enterramiento. Todo el éxito de la operación se basaba en que algún agente alemán tuviera acceso a los documentos dado el grado de acercamiento que la España de Franco mantenía con la Alemania de Hitler.

 

El Jefe del Almirantazgo Español devolvió los documentos a la embajada Inglesa el 13 de Mayo, informándole que no faltaba ninguno de los documentos encontrados junto al cadáver de Martin. Una vez que hubieron recuperado las cartas, pudieron comprobar que habían sido abiertas con suma delicadeza, pero quedaba por saber si los alemanes harían caso de la información.

 

Berlín decide sobre la autenticidad de los papeles

 

Evidentemente al tener los agentes alemanes conocimiento del hallazgo se movieron rápidamente y gracias a sus contactos con los funcionarios españoles tuvieron acceso a los documentos confidenciales el tiempo necesario para abrir los sobres, hacer copias de los mismos y volver a cerrarlos cuidadosamente. Cuando el Servicio Secreto Naval Inglés tuvo constancia de que los sobres habían sido abiertos, telefonearon a W. Churchil (que en aquellos momentos estaba en EEUU) con el mensaje : Mincemeat Swallowed Whole (Se han tragado toda la carne picada).

 

El espionaje alemán envió los documentos ( y algunos investigadores creen que también enviaron el cadáver) a la Embajada Alemana y ésta la remitió a su vez a Berlín, donde fueron minuciosamente estudiados y el mismo Adolf Hitler quedó convencido de su autenticidad. Por ello se empezó a sembrar de minas la playa entre Cabo Aroxos y Kalamata (Grecia), se enviaron lanchas rápidas, baterías antiaéreas y una división panzer (originalmente destinadas a Sicilia) a varios lugares de Grecia. Igualmente sucedió en Córcega y Cerdeña, donde se aumentaron rapidamente los efectivos a costa de disminuirlos en Sicilia e Italia. Todo quedó bajo el mando del Mariscal Rommel).

 

Resultado

 

Una de las decisiones que mas debilitó a las defensas alemanas fue el desplazamiento de toda una flota de dragaminas a Grecia, dejando a Sicilia sin protección.

 

La conclusión que sacamos es que, con independencia de que esta operación beneficiara la las fuerzas aliadas y perjudicara a las del eje Berlin-Roma-Tokio, no cabe duda que ahorró vidas humanas de ambos bandos. Cuando al ms siguiente se produjo el desembarco en Sicilia, el choque no llegó a ser tan violento como el que se produjo un año mas tarde en Normandía. Lamentablemente muchos de los soldados que sobrevivieron al desembarco de Sicilia murieron un año mas tarde en Omaha Beach

 

El verdadero alcance del engaño orquestado en la Operación Mincemeat no llegó a saberse hasta la conclusión de la guerra, cuando al examinar los archivos capturados encontraron copias fotográficas de los papeles del Mayor Martin en un envío dirigido al Almirante Karl Dönitz. Incluso los oficiales que examinaban la documentación llegaron a pensar que había habido una filtración, dado que no estaban informados de la estratagema.

 

Sobre la tumba y su ocupante

 

El cadáver de William Martin está enterrado en el cementerio de Nuestra Señora de la Soledad, en Huelva. La tumba es la número 14 del llamado sector San Marcos.

 

En su tumba siempre había flores frescas, que colocaba una misteriosa mujer. En 2002 se supo por fin su identidad: se trataba de Isabel Naylor, hija de un trabajador inglés de la Riotinto Limited Company, que siguió con la tradición que había empezado su padre cuando ella era pequeña. La auténtica identidad de William Martin también fue un secreto hasta que en 1996 un historiador británico encontró evidencias de que se trataba de Michael Glyndwr, un vagabundo inglés que había muerto suicidado al ingerir veneno para ratas. Su tumba es visitada aún por turistas anglosajones que pasan por Huelva.

 

Toda esta historia la contó Ewen Montagu, el cerebro de la operación, en un libro que publicó en 1953 y del que se hizo la película El hombre que nunca existió.

 

Fuente para verlo todavia mas extenso y detallado