, noviembre de 2007.
Ayer, como cualquier otro lunes, lo primero que hice al llegar a la facultad fue echar una ojeada a mi buzón electrónico. Entre un montón de mensajes anodinos (estoy suscrito a varias listas) encontré el de Ferran. Siempre me alegra recibir noticias suyas. Nos conocimos en Valencia estudiando geografía. Después yo me quedé aquí y él se marchó a Berkeley con una beca y ya no volvió. Desde entonces el e-mail es nuestro único medio de contacto. Lo único que me resultó raro fue que hubiese marcado el envío como de máxima prioridad y que lo hubiese codificado con mi clave PGP pública, de manera que yo y sólo yo lo pudiese leer. ¿A qué se debía tanto sigilo?
Me había picado la curiosidad. Estaba impaciente por descifrar el mensaje. La privacidad en Internet es un engorro, más que nada por la falta de costumbre. Seguí las instrucciones del manual, me equivoqué más de una vez y al final lo conseguí. Lo que pude leer entonces... No vale la pena adelantar valoraciones. Aquí lo tienen, sin alterar ni una coma.
From: aaa@ucb.eduTo: bbb@uv.esDate: Sun, 08 Jun 1997 17:49:22 -0400Subject: (no subject)Lo que tengo que contarte es muy extraño y no me sobra tiempo para planteártelo con mayor verosimilitud. Me conoces a mí y conoces mi trayectoria científica y mi carácter. Sabes que sería incapaz de inventarme algo semejante: simplemente carezco de imaginación. Te prometo que esto es literalmente cierto.
Al grano. Ya te dije que mi novia llega la semana que viene y que nos mudamos a un apartamento más grande. Esta mañana estaba embalando libros cuando me han llamado de una compañía de seguros (Clein, creo que han dicho). He supuesto que me iban a ofrecer una póliza para la nueva casa. Cuando me he dado cuenta de que no se trataba de eso ya me habían sacado que estaría aquí y habían colgado. En domingo.
El timbre ha sonado al cabo de media hora, ni un minuto más. Eran dos: altos, traje oscuro, camisa blanca. Traían carpetas y un proyector. Hablaban en español con acento americano. Figúrate, como un par de mormones recién salidos de Salt Lake City. Yo ya me empezaba a poner nervioso. Se me han metido en casa sin que pudiera hacer nada por evitarlo. "Déjenos hablar. Tenemos mucho que explicarle y mucho que enseñarle." Me he asustado porque actuaban con determinación y se me ha ocurrido que podían ser violentos: matones de la mafia, por ejemplo.
Pero lo fuerte empieza ahora: "Después verá que esto se puede entender como una exposición científica, como una oferta de trabajo... o incluso como una amenaza, pero desde luego no nos gustaría que lo viese de un modo tan negativo." Te aseguro que por el momento yo no lo veía de ninguna manera.
Bien, resulta que esos tipos estaban perfectamente al tanto de mi currículum. Sabían todo lo que he estudiado y todo lo que ha atraído mi atención. Mi paso de la geografía física a la meteorología y de ahí a la filosofía de la ciencia. Tenían una copia de mi último artículo: ¡el que aún no se ha publicado! "¿Por qué la meteorología no es una ciencia más exacta?" Tu sí lo has leído. Ya sabes que no defiendo conclusiones firmes, que me limito a cuestionar los tópicos. Sobre todo no me creo que el problema sea que las nubes o las tormentas no tengan rasgos físicos fijos, que se realizen en una infinidad de estructuras microfísicas y que esta disyuntiva entre los fenómenos de alto nivel (lo que nos interesa como seres humanos preocupados por el tiempo) y los de bajo nivel (las masas de fluidos que existen realmente) impida que podamos contar con leyes meteorológicas estrictas.
De acuerdo, no me voy a perder en más digresiones acerca de un tema que tú y yo conocemos. Mira lo que me han dicho esos dos: "Está usted muy cerca de la verdad. Más de lo que cree. Tan cerca, que podría convertirse en un problema para nosotros. Le explicaremos en qué trabajamos." Entonces ha sido cuando han montado el proyector y han empezado a pasar imágenes de catástrofes naturales. Un documental aterrador: inundaciones en Bangla Desh, en Alemania, en Valencia; terremotos en California y en Japón; un incendio de grandes proporciones en Australia; la explosión de un volcán que destruyó una isla en el Caribe... Recordaba haber visto todo eso en los noticiarios. Y lo que venía después también: hambruna y guerras en África; choques de trenes en la India; los mataderos del III Reich; las carnicerías de Argelia, Bosnia y Chechenia; aquellos espantosos orfanatos chinos; atentados con bombas y gases; asesinatos en masa, violaciones, ejecuciones... En total, miles, millones de seres humanos sufriendo y muriendo. Desolación, llanto, dolor, muerte y nada más.
"Tramitación de siniestros" es el nombre que han dado a esto. "Somos intermediarios. Gestionamos el acaecimiento de catástrofes. Tenemos en plantilla a los mejores científicos, ingenieros y sociólogos del mundo." Yo estaba estupefacto. "Sí, pueden hacerlo, pero a nadie de los que estamos implicados nos conviene que se sepa, ni mucho menos que se sepa cómo: se nos iría al traste el negocio. A usted, lo que más le debe interesar son las lluvias. Vea esto." Me han mostrado unas fotocopias llenas de fórmulas y tablas con datos experimentales. La excitación me impedía concentrarme. No parecían patrañas, pero tendría que examinarlo con más cuidado antes de emitir un juicio.
Seguro que te estás preguntando lo mismo que yo: por qué lo hacen, quién les paga y para qué. Me han dicho que en este momento no me podían dar detalles, pero que tendría suficiente con un par de pistas: gobiernos y cadenas de televisión. También me han dicho que ya me podía imaginar sus motivos yo solito. Pues sí, la verdad. Nada produce tanta fascinación como las atrocidades. La crueldad convertida en espectáculo hipnotiza a las masas. Vaya cabrones.
Se han ido y me han dejado solo. Antes, un ultimátum: si quiero, me pongo a trabajar con ellos (para ellos, diría yo); si no, que me atenga a las consecuencias. Ya me habían advertido que podía entender este asunto como una amenaza, y así ha sido, en efecto.
Y ahora, ¿qué hago? ¿Pero qué coño es esto? ¿Una especie de broma monstruosa? Y una broma, ¿de quién? Te digo que esos dos tipos eran muy reales, unos actores de puta madre. Y el material que traían, las películas y los papeles, estaba muy trabajado. ¿Qué hago? ¿Me largo? Seguro que me vigilan. Ni siquiera me fiaba de llamarte por teléfono. Por eso te he codificado el mensaje.
Tengo miedo. No sé qué voy a hacer. Si me ocurre algo, digan lo que digan no creas que fue un suicidio o un accidente.
Hasta siempre.
Nada más alcanzar el punto final descolgué el teléfono y marqué su número. En su casa no se puso nadie. Calculé que aún faltaban unas cuantas horas para que amaneciese en California. Esperé con impaciencia hasta nuestro mediodía para buscarlo en la universidad. Allí me dijeron que Ferran no se había presentado a sus clases de la mañana y que no sabían nada de él. Durante todo el día no pude averiguar nada más. No tenía el número de sus padres, y por otra parte no hubiese querido alarmarlos innecesariamente. Hoy he podido hablar con su novia, Clara.
Lo encontraron ayer en el aeropuerto, intentando tomar un avión hacia Laos. Cuando se enteró de que no quedaban billetes tuvo un ataque de histeria. Los agentes de seguridad se lo llevaron a un hospital. Parece que ha habido más casos como éste en los EEUU. Los técnicos de la universidad han analizado su PC y han podido confirmar que era adicto a alt.conspiracy y a otros foros de discusión sobre ovnis, ocultismo y fenómenos paranormales. Afortunadamente existe una fundación benéfica dedicada a curar este tipo de patología. Corren con todos los gastos. Se financian con los donativos de un reducido grupo de capitalistas, gente emprendedora que no da la espalda a los problemas de la sociedad actual. Entre otros Bill Gates, el famoso genio de los ordenadores. Tienen un centro especializado en Arkham, Massachussets. Clara está de acuerdo en ingresar a Ferran allí. Los médicos dicen que tendrá que pasar una larga fase de aislamiento, lejos de cualquier conexión con la red.