Y un pequeño cuento de mi autoría, situado en el universo de la Fundación SCP.
El Cabezón de Atacama (un críptido chileno)
Vacunenasushijoscarajo 21/10/18 (Lu) 10:22:32 #92638333
Chile no es un país que se caracterice por sus críptidos, claro, tenemos criaturas como el Trauco, el Piuchen, el invunche, el Colo Colo (no, no el equipo de futbol, este Colo Colo) etc., pero son criaturas mitológicas, y aunque los críptidos son mitología moderna, no contamos con criaturas cuya existencia sea posible de acuerdo con las actuales leyes físicas, biológicas o paleontológicas, incluso doblándolas un poco. Criaturas como Pie Grande, el Skunk Ape, el Nahuelito, el Molnkèle-mbèmbé, la criatura U-28 y similares.
Con una excepción, del que les hablare pronto.
Homeopatiaesunfraude 21/10/18 (Lu) 13:22:10 #92645768
¿Y el chupacabras? ¿Acaso ese no es un críptido?
Piuchén 21/10/18 (Lu) 22:33:09 #92634654
El chupacabras, si bien ha hecho apariciones en Chile –curiosamente siempre asociadas a bandas de perros asilvestrados- no es un críptido exclusivamente chileno, sino internacional, con apariciones en Costa Rica, Puerto Rico, Argentina, Colombia, etc. incluso en estados de usa donde hay muchos latinos… es más bien latinoamericano.
También ha hecho apariciones en España, que es un país europeo, pero donde se habla español (lógicamente, ellos lo inventaron)
Terraplanista 21/10/18 (Lu) 23:02:11 #92642434
No tan latinoamericano, últimamente lo han visto hasta en Rusia.
PicuncheSureño 22/10/18 (Mar) 00:01:07 #92646575
En Rusia siempre pasan cosas raras.
Vacunenasushijoscarajo 22/10/18 (Mar) 09:45:09 #92635477
Como les decía, hoy quiero hablarles de cierto ente que ha hecho su aparición en Chile, más específicamente en su zona norte, una… criatura o entidad con una rara compulsión por estrellar su cabeza con los parabrisas y las cabinas de autos y camiones: El Rompetechos, también conocido como El Cabezón de Atacama.
No, no tengo idea de quien le puso tal nombre.
Un poco de contexto, este ser ha hecho sus apariciones en la zona norte, regiones de Tarapacá, Atacama y Antofagasta, una zona desértica o semi desértica, las ciudades grandes como Iquique o Antofagasta están en la costa, para el interior hay pequeños pueblos dedicados a la agricultura, algunos de ellos con siglos de antigüedad, prehispánicos, y también campamentos mineros. Largos trechos de carretera donde la gente que los recorre a menudo, generalmente camioneros, con frecuencia ven cosas extrañas. Ovnis, alienígenas a orillas del camino, veloces y escurridizos animales similares a velociraptores –aunque en este caso posiblemente eran avestruces escapadas de un criadero- etc., etc.
Imagínense en la siguiente situación: Ustedes conducen un camión de transporte, de noche, por el desierto chileno. No importa que lleven, pueden ser minerales, pueden ser frutas y verduras de algún pueblo agrícola a las ciudades de la costa, puede ser cualquier cosa. Y sienten deseos de orinar. No quieren hacerlo en una botella, y el pueblo -y baño- más cercano esta a una hora de viaje, así que solo tienen una opción. Detienen el camión a la orilla del camino, se bajan, y se ocupan de sus propios problemas.
Tal vez miren hacia el cielo, y vean la Vía Láctea en todo su esplendor (los cielos del norte de Chile se encuentran entre los más transparentes del mundo, por eso el telescopio ALMA se encuentra aquí), tal vez miren a su alrededor y solo vean oscuridad, tal vez no hay luna ni estrellas y mas allá de las luces del vehículo todo sea un velo negro. Quizás ya terminaron, y se encuentran sacudiendo sus asuntos para después arreglarse y volver a conducir, pero entonces notan algo, algo que se mueve más allá del borde de la zona iluminada.
Piensan que es un animal, pero no hay muchos en el desierto ¿Un zorro tal vez? Quizás un perro asilvestrado, o tal vez un guanaco, pero eso son más comunes a mayor altura, en la precordillera. Miras con atención, es raro encontrar algo vivo en pleno desierto. No te sientes inquieto o asustado, solo curioso, pero entonces aquello que se mueve se acerca. Y no es lo que esperabas.
Sales corriendo, con suerte con los pantalones abrochados, subes al camión, lo pones en marcha y este comienza a moverse de manera demasiado lenta para tu gusto. Y algo salta encima de la cabina, no lo puedes ver pero si oír, se mueve pesadamente arriba, y empiezan los golpes, tump, tump, tump… Imagínense que así suena cuando golpean algo pesado en el techo de la cabina de un camión.
Eso continua por un kilómetro o dos, ruegas porque pase cualquier cosa, cruzarte con otro vehículo, llegar a un pueblo, a una zona iluminada, lo que sea. Eso sigue allá arriba, golpeando sordamente contra el techo, pasa el tiempo suficiente como para que, en medio del pánico, te des cuenta que no suena como si golpearan con el puño, o con un objeto solido cualquiera, está golpeando con algo grande, y tal vez sea el miedo, pero te parece escuchar pequeños crujidos con cada golpe.
Finalmente la… criatura asoma su rostro a través del parabrisas, y lo ves de frente, su rostro, volteado.
Y frenas.
Y la criatura es arrojada muchos metros adelante, por la inercia. Y aceleras, las luces delanteras lo iluminan mientras intenta ponerse de pie, y le pasas por encima.
O tal vez no, porque no escuchas ningún crujido, ningún golpe, nada que indique que realmente lo has atropellado. Pero no te detienes a comprobarlo, aceleras y no te detienes hasta que encuentras luz eléctrica, otras personas, civilización. Y una vez que estas más calmado cuentas tu historia, sin importarte si te creen o no, o si te consideran loco.
Esto le ocurrió a un camionero sin nombre en julio –o agosto según otras fuentes- de 1984, la noticia apareció en algunos diarios locales del norte e incluso en un par de periódicos de circulación nacional, y es la primera noticia que se tiene del llamado Cabezón de Atacama.
Turistas, camioneros, gente que por a, b, c motivos transitaba por el desierto de noche, incluso, aparentemente, un par de carabineros. Todos han sido testigos de sus apariciones, una familia de turistas bolivianos lo tuvo por casi 10 minutos encima de su camioneta, golpeando insistentemente, ellos más tarde mostraron fotos de las abolladuras. Un bus con peregrinos que iban a la fiesta religiosa de La Tirana fue perseguido por casi media hora, a pesar de que el bus iba a más de 70 kilómetros por hora.
Las descripciones varían de testimonio a testimonio, a veces es de tamaño humano, desnudo y con brazos extremadamente largos, otras veces es pequeño, achaparrado y peludo, como un mono. A veces tiene orejas puntiagudas, a veces no, pero en todos los casos su cabeza es desproporcionadamente grande, además de su compulsión por atacar parabrisas y techos de vehículos.
A pesar de ser tan poco conocido, en youtube uno puede encontrar un par de vídeos sobre el Cabezón, pero son falsos, me refiero a que uno de ellos originalmente fue presentado como el vídeo de un “duende” en Argentina –se nota demasiado el CGI- y el otro como un alíen o un demonio –o ambos- hallado en Tennessee o Arizona, uno de esos estados de Usa.
El año pasado hubo una serie de incidentes en Quebrada Blanca, un campamento minero situado a 4500 metros de altura, en plena cordillera de los Andes. Varios vehículos fueron dañados, abolladuras en los techos y parabrisas trizados. Hubo una investigación, despidieron a tres personas, tal vez culpables, tal vez inocentes, no lo sé, pero el cabezón de Atacama hizo su aparición.
“Fue tarde por la noche, no, mejor dicho fue muy temprano por la mañana, eran como las cinco de la madrugada y habíamos terminado el turno, solo queríamos desayunar para después bañarnos y acostarnos en la camita. Íbamos al casino y estábamos como a diez metros de la puerta cuando vimos algo a un costado del edificio. Una sombra, mejor dicho una figura, estaba al costado de un generador, en la sombra y estaba agachada. Luego se levanto y corrió unos diez metros a la luz de la Luna y de las luces eléctricas, hasta que dobló la esquina del casino y no lo vimos mas.”
“Es difícil de explicar, pero no se movía como una persona, y no parecía una persona. Estaba desnudo, muy flaco, casi esquelético y tenía los brazos muy largos, le colgaban más abajo de las rodillas… Mis compañeros y yo nos miramos y sin hablar todos nos preguntamos con la mirada si habíamos visto lo mismo. Entramos al casino y no salimos hasta que había amanecido por completo.”
Testimonio de un minero de Quebrada Blanca.
Vacunenasushijoscarajo 22/10/18 (Mar) 09:55:39 #92635477
Hace tiempo que pensaba escribir sobre el Cabezón de Atacama, pero finalmente me decidí por algo que descubrí hace poco. Me encontraba en el Museo Regional de Iquique, investigando algo no relacionado, cuando, viendo viejos periódicos, me encontré con una noticia de Agosto de 1972, en La Estrella de Iquique. Yo conocía esta historia, me la contó un profesor hace más de veinte años, cuando ocasionalmente la recordaba pensaba que era una simple leyenda urbana, pero no fue así.
Una pareja de recién casados, E.D.L y N.N.B., marido y mujer, viajaban de Iquique a Antofagasta después de la luna de miel. Iquique era una ciudad mucho más chica entonces, así que me imagino que el periódico no quiso dar más datos para proteger la privacidad de las familias.
Como decía, la pareja viajaba sola por la carretera, siendo más de las 10 pm. Un largo, largo camino solitario sin luz alguna salvo por los focos del auto y las estrellas y la Luna allá arriba –estoy suponiendo que era una noche sin nubes- y de pronto el vehículo se detiene, queda en panne (Para los no chilenohablantes: el auto se detuvo por una avería u otra causa.), tal vez falta de combustible, lo cual es algo humillante, tal vez otra razón, tal vez es un problema del motor o se cortó la correa de distribución.
El novio piensa que no hay más remedio que caminar hacia un pequeño pueblo que dejaron atrás, o que esta unos pocos kilómetros más adelante, el diario no lo especifica. Sin embargo no quiere arriesgar a su joven esposa en una caminata por el desierto en plena noche, de modo que la deja allí, en la seguridad de un automóvil cerrado y con las ventanillas bien arriba. Se despide, me imagino que con un beso, y él le asegura que lo solucionara todo, siendo que él es El Hombre en la relación.
Y partió.
Solo podemos imaginar lo que sintió esa joven esposa el tiempo en que permaneció sola, rodeada de desierto y oscuridad, en medio de un círculo de luz y seguridad establecido por los límites del vehículo. Tal vez escuchó la radio, la música que era popular en aquel año. ¿Los Jaivas? ¿Angel Parra? ¿Algo de la Nueva Ola? Tal vez Los Beatles, aunque creo que ya se habían separado por aquella fecha.
Vamos a suponer que no vio nada al principio, que no noto a nadie o nada acercándose al vehículo desde las sombras. Vamos a suponer que de pronto oyó algo encima de su vehículo, algo que ella no supo identificar en un principio, solo que se movía torpemente sobre el techo, y que luego comenzó a golpearlo. TUMP, TUMP, TUMP, así, repetidamente, alguien o algo golpeaba algo grande y fofo en el techo, unos centímetro arriba tuyo, algo que no puedes ver, pero tampoco puedes ignorar, algo que te ha dejado paralizado. No es la sensación del hielo que llena tu estomago y luego sube por tu pecho, es el frenético y doloroso latir de tu corazón lo que sientes, oyes tus latidos tan fuertes y retumbantes como pisadas de elefante.
Esto se prolonga por un tiempo, tal vez minutos, tal vez media hora, tal vez se prolonga el tiempo suficiente como para que tu también desees golpearte la cabeza hasta rompértela y huir gritando.
Y de pronto la salvación: 2 luces a lo lejos, los focos de un auto que se acerca. Tu corazón se alivia, tal vez grites pidiendo auxilio, ruegas en tu interior para que no pasen de largo. Entonces el automóvil se detiene a cierta distancia y sus ocupantes bajan.
Reconoces la silueta de uno de ellos, es tu esposo, nunca la confundirías con la de alguien más, y hay otras dos personas junto a él, buenos samaritanos que el halló. Pero no hacen nada, permanecen parados allí, dudan, hablan entre ellos, y los golpes siguen y siguen y el techo se va combando más y más sobre ti…
De pronto, como un caballero andante de los cuentos de hadas, tu esposo corre hacia ti, abre la puerta del auto –o te grita para que tú se la abras- y te toma del brazo y te arrastra consigo, pero no sin antes advertirte:
“No mires atrás, no importa lo que pase, no mires atrás”
Y corren, y están cerca de los dos samaritanos y su vehículo, pero como la mujer de Lot, no puedes resistir la tentación y miras atrás. O tal vez no fue culpa tuya, quizás tropezaron y cayeron, y al levantarte accidentalmente viste lo que no debía ser visto.
Hay un hombre sobre el auto, sucio y harapiento, y con el rostro destrozado, una máscara carmesí por la sangre. El ha sido quien ha estado golpeando su cabeza contra el techo, el te ha estado aterrorizando hasta la muerte.
Y gritas.
Se trataba de un paciente siquiátrico internado en el manicomio de Iquique, el cual ya no existe. Se fugo tres días antes y había estado vagando por el desierto. No sé qué ocurrió con el después, pero si se que ocurrió con la mujer. Fue internada en el mismo manicomio, trastornada por la experiencia traumática. No sé si algún día logro sanar.
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